La cajita de los secretos.

Todo el mundo atesora una cajita de secretos. La guarda en la alcoba, en la mesita de noche, encima de la repisa o, sin ir más lejos, en la cabeza. Es muy simple, tan sencillo como que todos tenemos algún hecho oculto que queremos silenciar. Puede ser por vergüenza, por envidia, por grandeza o por miedo al qué puedan pensar, pero siempre hay algo escondido de lo que no nos atrevemos o de lo que no podemos deshacernos. Aunque los secretos que nos reservamos pueden ser infinitos, en el caso de los adultos habitualmente son de una diversidad ridícula, escasa y repetitiva. Sin embargo, si hablamos de niños, o sea; de nuestros hijos, ahí la cosa cambia. Nunca se sabe qué te puedes encontrar en la caja de los secretos de un niño, pues poseen tanta imaginación, tanta inocencia, tal agudeza visual, que les permite dar importancia a los hechos más insignificantes. Anoche, cuando estábamos tumbados en la cama disfrutando de la complicidad que brinda el momento previo al ...