Nuestros hijos NO son de nuestra propiedad, NO somos los dueños de su imagen, de sus tiempos, ni de sus derechos.

Creo que aquí solo cabe una palabra que pueda resumir perfectamente esta situación: RESPETO.


.- Respeto hacia su imagen: Que él no tenga acceso a internet para verse publicado en redes sociales donde lo puede observar cualquier persona del planeta, no significa que esté de acuerdo (sobre todo si todavía se esconde, de pura vergüenza, detrás de nosotros cuando hablamos con otra persona).

.- Respeto hacia sus gustos: Todo ser vivo tiene preferencias desde el momento en que tiene poder de decisión. Educar a nuestros hijos enseñándoles a valerse por sí mismos, es educarlos enseñándoles a decidir por sí mismos. Así que si deciden que no se quieren poner ese jersey, porque no le gusta, hay que tenerlo en cuenta, hablarlo, tratarlo, no como un capricho inventado para hacernos la vida más difícil, sino como la voluntad de una persona que decide. Pequeña todavía, sí, pero persona.

.- Respeto a su voluntad de compartir gestos de cariño: Cada individuo es dueño de su cuerpo y, como tal, único dirigente de lo que hace con él. Que en la sociedad donde vivimos estén de moda las muestras hipócritas de afecto, no nos da derecho a obligar a nuestros hijos a besar o dar un abrazo a un desconocido por el mero hecho de quedar bien.

.- Respeto hacia su vergüenza: La vergüenza es una emoción social que experimentamos cuando interactuamos con los demás. No importa la edad que se tenga, o lo que es lo mismo: no por ser niños el sentimiento de bochorno ante el "qué dirán" es diferente del sentimiento de los adultos. Entonces, si sentimos igual, ¿por qué no respetamos su rubor, cuando no quieren hacer pis en cualquier sitio porque los pueden ver, si nosotros tampoco querríamos? ¿por qué  podemos entender con facilidad que nuestros hijos puedan presumir de bicicleta nueva, y nos cuesta tanto aceptar que se avergüencen de llevar los pantalones manchados?.

.- Respeto a sus tiempos: Toda persona necesita procesar, ordenar y consolidar pensamientos y emociones. Sobre todo cuando se agita en nuestro interior, esa bola de cristal rellena de nieve, provocando un caos que no desaparece hasta que los copos bajan flotando y se posan de nuevo sobre nuestro paisaje interno. Hay que dejarles su espacio y su silencio para que interpreten los posos. De ahí nace la autocrítica y la rectificación. De ahí el aprendizaje y el pedir perdón para empezar de nuevo.


La patria potestad NO justifica el vulnerar los derechos innatos de nuestros hijos. Igual que el hecho de darles la vida no nos legitima a quitársela, el hecho de ser sus padres no nos da derecho a abusar de su integridad.

No podemos olvidar nunca que nuestros hijos, como seres vivos, como personas, son dueños legítimos de su cuerpo, de su imagen, de sus derechos y en este mundo eso es quizá lo más digno que existe para respetar.


 

Comentarios

Entradas populares de este blog

Tercero de primaria. Ocho años.

Que no decidan por ti

Una salud de hierro