Papá, tengo caca.
Una de las muchas cosas que nos enseñan los niños es a restablecer nuestro concepto de hacer caca al modo natural y original que teníamos cuando éramos pequeños.
Podemos imaginar perfectamente a Jesucristo, a Mahoma, a Buda, bebiendo un vaso de agua. A Hamlet, Sherlock Holmes, o a Papá Noel realizando cualquier tarea en sus contextos. O incluso a Shakira, a Donald Trump o a Cristiano Ronaldo... qué sé yo; esquiando.
Para nosotros es natural poder pensar que cualquiera de ellos pudiera estar comiendo, tarareando una canción, rascándose la cabeza o con un ataque de tos. Pero... ¿y haciendo cuerpo? Porque los hijos de los Dioses también harían la digestión, ¿no?.
¿Por qué no podemos pensar en Hamlet o Shakira soltando una ventosidad? Son gases intestinales que todos generamos. ¿Por qué nos cuesta tanto imaginar a Cristiano con sus calzonas de último diseño bajadas hasta el final de sus potentes piernas depiladas, bronceadas y esculpidas, sentado en un váter blanco, apretando los dientes para expulsar todo aquello que ya no es necesario para su cuerpo?
¿Por qué cuando nos hacemos adultos colocamos a las personas un peldaño por encima de esa acción? Es como si pensar o imaginar a los demás obrando, fuera algo irrespetuoso, inmoral o blasfemo.
Sea cual sea la respuesta, lo que sí me queda claro es que los hijos nos vuelven a poner los pies en la tierra haciéndonos ver esta acción con total naturalidad.
Los niños no avisan hasta que ya no aguantan más.
Esto da para muchas anécdotas, seguro que si abrimos el post para que cada cual cuente una historia graciosa vivida, resultarán montones de situaciones inverosímiles. Pero es la pura verdad, ya sea porque están tan entretenidos con el juego que aguantan hasta el final, que no tienen tan desarrollado el control de esfínteres como los adultos, o que a nosotros los padres nos entra el pánico solo de pensar la que se puede liar si no llegamos a tiempo, pero al final siempre terminamos corriendo buscando las toallitas y "un lugar".
Algo que se repite muy a menudo es el "ahora te toca a ti" de los padres decidiendo quién los va a llevar, el "no toques nada que todo está lleno de virus" y el "venga, termina ya que hay gente esperando" cuando vamos al baño fuera de casa. También está el "cuidado que no te manches los pantalones" y el "¡Eaaaa, como come el mulo caga el culo!".
No tiene precio escuchar a nuestros hijos sentados en el "trono", hablando de cualquier trivialidad, viendo cómo cambia la expresión de su cara y la sonoridad de la voz cada vez que empujan posibilitando la excreción. Luego a limpiar el culete, alabando la caca, lavarse las manos sin mojarnos las mangas y de vuelta a lo que fuera que estuviéramos haciendo. Y mientras caminas detrás de tu criatura, vas entendiendo inconscientemente, que si sobreviviste a la época del pañal y te defiendes en esta con soltura, posiblemente apruebes con nota una de las facetas de la crianza menos valorada, aunque no por ello menos importante. Volviendo a afianzar la naturalidad en el hecho de ir al baño como lo es el respirar o comer. Una vez más nuestros hijos nos enseñan algo nuevo que aprender.
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