Nuestra Casa de los Sueños
En la vida todo llega. Desde que nacemos evolucionamos por ciclos y si bien hay cambios producidos por las hormonas (pubertad, menopausia), también la madurez y el contexto social nos hacen pasar página para empezar nuevos caminos. No hay plazos ni fechas, no tenemos que tachar días o meses del calendario, es algo tan simple y natural como el despertar una mañana y saber que esta situación nos cansa, percibiendo la necesidad imperiosa de pasar de fase. Ahí es realmente cuando ya estamos preparados: si lo sentimos es porque ya estamos listos (no dejen que nadie les diga lo contrario a lo que marca el reloj personal).
En uno de estos cambios de ciclo, cuando decidimos empezar la vida con nuestra pareja, comenzamos instintivamente a preparar nuestra morada: ya no es el sitio donde volvemos cada día a comer, dormir y asearnos, ahora, con la ilusión de un niño pequeño construyendo su guarida, empezamos a acondicionar lo que será nuestro lugar propio, creado, ideado y decorado por nosotros, siguiendo nuestros gustos y acercándonos en lo posible (nunca hay suficiente dinero para llegar exactamente a lo que nos gustaría), a la casa de nuestros sueños.
Ahorramos, echamos horas extras, firmamos pagos a plazo, cobramos favores o simplemente nos echan más de una mano, el caso es que tras no pocos sacrificios, convertimos esos escasos metros cuadrados, en algo tan personal que nos hace sentir orgullosos. Seguimos estilos, tendencias, decoramos a la moda adornando con cromados, barnices, lacados, aceros inoxidables, luces leds, vinilos, suelos laminados,... y al final, rebosantes de orgullo, invitamos a todo aquel que quiera a visitar nuestra casa prácticamente acabada (lamento tener que decirles a los que están empezando que nunca se llega a terminar).
Con el tiempo, nuestra vivienda se va transformando en el lugar donde nos sentimos seguros, en calma, en paz, o en pocas palabras: se va convirtiendo en nuestro hogar. Y llegado ese momento, otro nuevo ciclo llama a las puertas de nuestra nueva vida estable: La Paternidad/Maternidad. De repente, todo por lo que habíamos luchado, las tendencias, las modas, los proyectos a corto, medio y largo plazo, todo, pasa a un segundo plano y sólo prevalecen nuestros hijos.
Aquí empieza una época muy bonita, quizá la más hermosa de la vida en todos los niveles, pero también una pelea constante con nuestros pequeños pues, todos nuestros esfuerzos, toda esa inversión que hicimos para conseguir nuestra casa minimalista, empieza a peligrar. Y es que por mucho que prohibamos o regañemos, al final, las paredes terminan llenas de garabatos, las mesas de cristal ralladas, las esquinas rotas y los adornos más caros y exclusivos, guardados a salvo en el interior de un cajón.
En realidad no es culpa de nuestros hijos que, años antes de tenerlos, decidiéramos gastar casi tres mil euros en un sofá de piel y patas de acero inoxidable, con asientos eléctricos reclinables.
Sigue pasando el tiempo y, o bien debido al desgaste que da estar gritando todo el día eso de "No se salta en el sofá", "no se come en la alfombra", o al hecho de asumir que es una guerra perdida, pasamos al nuevo ciclo de nuestra vida, donde aprendemos que lo verdaderamente importante es lo práctico, que una mancha no nos va a amargar el día, que si está un poco roto pero sigue funcionando es igual de útil, y que si tengo que elegir entre nuevo, sutil y a la moda, y entre común, robusto y sólido, pues prefiero mil veces lo segundo y así también puedo saltar yo junto a mis hijos.
Convivir en familia es como divertirnos en el parque: para pasarlo verdaderamente bien tenemos que jugar todos, al mismo juego, sin que ninguno se quede mirando.
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