VALORES
No se trata de qué es lo que queremos transmitir a nuestros hijos, pues ya lo sabemos, sino de cómo hacerlo para que lo entiendan y lo asimilen.
“Cariño no siempre importa lo que digan o piensen los demás. Haz las cosas por ti, siéntete orgulloso de cómo eres, de los valores que abanderas, de ser una buena persona. Habrá muchas veces que intenten hacerte sentir idiota y ridículo por tu forma de hacer las cosas, y es que cuando alguien no pueda superarte o simplemente igualarte, intentará ensuciar tu imagen y desacreditar tu actitud. Y es ahí cuando has de enorgullecerte de ser una persona buena, inteligente y educada.
Confía siempre en ti, en tus principios y no dejes nunca de luchar por convertirte en un ser humano mejor.
No ayudes a una anciana a cruzar la calle porque a los ojos del mundo se considere una buena acción: hazlo por ti, porque creas que es lo correcto, porque así es como debe actuar la persona que quieres ser. Porque hacerlo te llena y te hace sentir orgulloso, porque le da sentido a tu vida, porque aporta y suma, porque realmente merece la pena.
Asistir a las personas, mostrarte amable y respetuoso, ser limpio y ordenado, ser honesto y conducirte con decoro, ser caballero con las mujeres, cuidar tu salud y tu cuerpo, alimentar tu mente, explorar tus emociones y escuchar tus sentidos.
Sé generoso, responsable, tolerante y positivo, no olvides que el optimismo ayuda a resistir; a ganar, y el pesimismo solo contribuye a la derrota.
Y recuerda siempre que todo esto es solo una pequeña parte de lo que eres tú. Tú siempre serás mucho más y mejor; nunca dejes de indagar en ti.”
Muy bien, y ahora... cómo le enseño esto a mis hijos:
Lo primero es con el ejemplo. Tengo que asimilarlo, creer de verdad mis propias palabras y demostrarlo día a día. Desde pequeños, las personas más importantes para nuestros hijos somos sus padres y sus abuelos, trabajemos para que ese espejo donde se miran sea impecable.
Nunca es demasiado tarde. Nunca es tarde para rectificar y arreglar algo que hicimos mal demostrándoles que los humanos, sean adultos o pequeños, nos equivocamos con frecuencia y lo realmente malo no es el error en si, sino el no intentar arreglarlo.
Nunca es demasiado pronto. Es fundamental empezar desde la más tierna infancia, en casa, leyendo con ellos cuentos e historias ricas en valores. El hogar debe ser el comienzo, el suelo inquebrantable donde nuestros hijos afinquen las raíces que sustentarán sus vidas.
Lenguaje claro y sencillo. De nada sirve utilizar con nuestros hijos palabras como moral o ética, si ni siquiera nosotros somos capaces de explicar con precisión su significado. Hay que ser directos con ejemplos tangibles y cotidianos. La simplicidad, con el tiempo, forma las bases donde se asienta lo complejo. Si desde pequeños vamos sembrando una a una las semillas adecuadas, no hará falta explicarles con palabras lo que significa la palabra Amor, solo tendremos que decirles que amor es lo que sienten cuando nos dan un abrazo.
Confianza y empatía. Que un niño aún no sea un adulto no significa que no sea una persona y todas las personas somos iguales en cuanto a emociones y a pensamientos internos. Si nos abrimos como personas a nuestros hijos, si les hablamos de nuestros miedos, alegrías, tristezas, si les contamos nuestros trucos para controlar las emociones cuando nos embargan y les confesamos nuestros sueños e ilusiones, crearemos vínculos de confianza y aprenderán a empatizar con los demás al descubrir que todos por dentro somos iguales.
Para nuestros hijos somos brújulas, el navegador de Google Map, los guías de la expedición en la selva, la Estrella Polar navegando de noche, los que nos sentamos al volante del vehículo donde viajan que no es otro que sus propias vidas, y si cada vez, de los cientos de veces que nos miran al día, nos ven defendiendo estos valores, entonces, apenas harán falta palabras.
<<Para mi hijo Dáriel, que pronto empezará a leerme, por tantas noches de mutuas confidencias cuando se apaga la luz.>>
Comentarios
Publicar un comentario