Palabrotas
“Tirtono”, “garuncho”, “cartuma” ¿les suenan estas palabras? ¿Les dicen algo? Pues igual les sucede a nuestros pequeños cuando dicen: “puta”, “mierda”, “coño” o “joder”; no tienen ni idea de lo que significa.
Un taco o una palabrota es una palabra o expresión malsonante que se considera ofensiva o grosera. Surgen normalmente en boca de nuestros pequeños cuando descubren y utilizan el poder del lenguaje para expresarse. Casi siempre entre los tres y los cinco años de edad, coincidiendo con el cole de mayores.
“Las palabrotas” es como una etapa más por la que pasan algunos niños, sin embargo, en la boca de un niño, si le quitamos el poder de la carga expresiva que suponen esas palabras, todo se queda en nada, ya que cuando ellos las pronuncian, no desean hacer llegar el significado de la palabra, sino que por imitación repiten lo que han oído pronunciándolo en momento y situación parecida a cuando la oyeron.
Decir groserías, maldecir o usar malas palabras es un comportamiento casi normal entre niños y adolescentes. Para ellos es como una forma de sentirse “sofisticados” demostrando que no tienen miedo a ser niños malos. Las palabrotas las utilizan para impresionar a sus amigos y puede convertirse en parte de la relación con sus compañeros y aunque los pequeños no sepan muchas veces lo que significan, las seguirán diciendo igual porque las han escuchado en otras personas. (A veces casi mejor no llevar a los pequeños a ver partidos de fútbol).
Afortunadamente esto parece perder su atractivo conforme los niños maduran aunque hasta entonces nos toca escandalizarnos y cruzar miradas entre mamá y papá.
Veamos; decir alguna palabrota en momentos de frustración es un comportamiento casi natural de los humanos. Aunque quizá no sea lo más adecuado, es muy común en casi todas las familias (seamos francos), cuanto menos siempre se escapa algo, y en ese caso, será difícil poder enseñarle a nuestros hijos algo diferente. Pero si el niño las trae de fuera, si repite cosas que en casa nunca se han dicho, podemos probar lo siguiente:
.- Lo primero es establecer la regla, dejando bien claro, “en nuestra casa no se dicen groserías” y bajo ningún concepto tolerar que se dirija a alguien con palabrotas por enfado. Si ocurre, mandarlo inmediatamente a su habitación castigado. Las cosas claras. Las líneas rectas y definidas.
.- Cuando un niño diga palabrotas, no reaccionar mal (riendo, sonriendo o enfadándonos diciendo también nosotros palabras malsonantes).
.- Si presentimos que en ocasiones nuestros hijos dicen groserías buscando nuestra reacción, lo mejor es ignorarlos. En esas situaciones es lo más eficaz. Si mantenemos la calma sin darle demasiada importancia crearemos una etapa de naturalidad y con ella las palabrotas perderán su poder. Sin embargo si expresamos una actitud afectada en exceso puede producir el efecto contrario.
.- Cómo no: explicarles el efecto de decir palabrotas. Hay que hacerles entender de manera sencilla y clara que esas palabras ofenden, molestan, que no son respetuosas con los demás, qué impresión causan cuando las dicen y que si se las dijeran a ellos, tampoco les gustaría que los tratasen así.
.- Ofrecer alternativas. Si decir palabrotas es a veces una forma de expresión, habrá que enseñarles otras expresiones similares pero que no sean malsonantes. Por ejemplo, si mi pequeño está enfadado con su hermano porque este le ha roto su cochecito, en vez de permitirle llamarlo imbécil u otra palabra peor, enseñarle palabras como Bocachancla, Peinabombillas o Cagalindes que pueden definir muy bien lo que piensa de él sin llegar al insulto. También vale inventar palabras: todo sea por evitar groserías.
.- Y bueno, también está la técnica de las moneditas: Premiar por expresar su enfado adecuadamente sin decir palabrotas. Por cada día que no las diga se le echa en su hucha una moneda y cuando hable mal, se le quita.
Conclusión, si no queremos que nuestros hijos digan palabrotas tendremos que empezar por no decirlas nosotros (no se puede reproducir lo que no se ha oído). Aun así, todos hemos sido pequeños y hemos utilizado tacos con nuestros amigos para “rellenar un poco los huecos vacíos que nos dejaba la ausencia de personalidad”. Hay que tomárselo con calma y paciencia, sabiendo que es otra etapa por la que tiene que pasar pero dejando muy, muy claro que “en casa no decimos palabrotas, en casa somos respetuosos y educados” Y en casa, no solo mamá y papá deben trabajar para mostrar la mejor versión, también los más pequeños deben de esforzarse por cumplir las reglas aunque aún todavía no las entiendan. Mientras tanto, mucho amor y paciencia para amortiguar los roces.
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