Halloween, jugando a ser valientes.

 


La vida, en su día a día, es como un juego de valentía. Desde pequeños jugamos a desafiar nuestros miedos y quizá eso sea como un entrenamiento a lo que en el futuro vendrá, ya que hay que ser valiente para empezar una relación, casarse, tener hijos, afrontar problemas...

De forma general, los miedos suelen aparecer en edades comprendidas entre los tres y los seis años, cuando nuestros hijos aún no entiende el mundo que les rodea y no son capaces de separar lo real de lo imaginario. Lo nuevo, lo grande, lo ruidoso o lo distinto puede dar miedo al principio. También las personas extrañas, la muerte o la oscuridad.

Los niños suelen relacionar la oscuridad con la soledad y el desamparo. También, la poca visión de la noche, hace volar la imaginación y sospechar que la oscuridad esconde a personas desconocidas o monstruos debajo de la cama, dentro del armario o detrás de las cortinas de la habitación, y esto se debe, en gran parte, a la ausencia de otros estímulos externos que focalicen nuestra atención.

No le resten importancia ni ridiculice los miedos de sus hijos (especialmente delante de sus compañeros). Tampoco intenten obligar a sus hijos a ser valiente. Les llevará tiempo enfrentar y superar gradualmente sus ansiedades. Sin embargo pueden alentarlos (pero no obligarlos), a afrontar progresivamente sus miedos transmitiéndoles tranquilidad, seguridad, confianza y ayudándolos a superarlos con mucho cariño y comprensión.


No se debe temer el uso de la palabra “muerte”.

A los seis o siete años aproximadamente, cuando los niños comienzan a entender qué es la muerte, puede surgir otro miedo. Con el reconocimiento de que la muerte al final nos llegará a todos, y que es permanente e irreversible, se puede intensificar la preocupación normal sobre la posible muerte de familiares, o incluso de la propia muerte.

Aquí hemos de hablar con nuestros hijos sobre sus preocupaciones siendo comprensivos y explicándoles que muchos otros niños también tienen esos miedos y que poco a poco los irán superando.


Halloween y el placer de pasar miedo.

Buscar situaciones de miedo tiene una explicación científica. Cuando el miedo estalla, el cerebro libera adrenalina y dopamina. Estas dos hormonas producen una sensación de euforia y placer que algunas personas califican de casi “adictivas”. Eso si, para que la reacción química funcione, la sensación de miedo debe ir acompañada de un sentimiento de seguridad que nos garantice que estamos a salvo y nada malo puede ocurrir. De lo contrario, el miedo derivaría en ansiedad y no habría lugar apara el disfrute. Halloween es, además, uno de los pocos días del año en los que cualquiera puede expresar a los cuatro vientos cuál es su miedo irracional más profundo. Realizar una confesión de este calibre y descubrir que otro u otra comparte dicho temor, ayuda a los niños a sentirse comprendidos, a integrarse en el grupo y a reforzar su propia personalidad.

¡Truco o trato! Fantasmas, zombis, muertos vivientes y mil y una pesadilla cobrarán vida esta aterradora noche. Pero ¿qué pasa con el miedo que los niños suelen tener?¿Es Halloween el ingrediente secreto para afrontarlos? ¿Qué tiene Halloween a favor? Pues que le quita peso a lo que temen, que les da la oportunidad de enfrentarse a esos miedos. Por eso, todo disfraz que ridiculice el temor es bastante interesante. Además, también nos da, a los padres, la oportunidad de conocer cuales son sus miedos y su actitud para afrontarlos.


En definitiva y personalmente hablando, más allá de los orígenes, de la procedencia o relaciones con la religión, Halloween es para nuestros hijos una simple fiesta donde poder pasar un buen rato junto a sus padres y amigos burlándose del miedo. Pues esta es la única noche del año en la que lo atrapan, lo atan y lo exponen en la plaza del pueblo para que todos se mofen y le tiren piedras. ¡Pero cuidado, no se acerquen mucho: no sería la primera vez que rompe las cadenas!


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