Eres un "padrazo".

 


Mi mujer tiene un puesto de responsabilidad en el que trabaja de sol a sol.

Mi caso es completamente diferente. Mi trabajo está justo al lado de casa, son ocho horas ininterrumpidas en turnos rotatorios, con la ventaja añadida de conocer el cuadrante horario con un mes de antelación y la flexibilidad de poder cambiar, por conciliación, turnos con mis compañeros.

Por lo tanto, soy yo el que siempre está con los niños. De hecho, una de las bromas que suelo gastar a nuestros conocidos cuando me saludan y me dicen: “…y manda saludos a tu esposa que hace tiempo que no la veo”, es la de responderles: “pues igualmente; si la ves, salúdala de mi parte”.

 

Como siempre estoy con mis pequeños, en más de una ocasión me han dicho: “es que tú eres un padrazo” y esa etiqueta superlativa siempre me ha hecho reflexionar sobre la pregunta “¿qué y quién es un buen padre?”.

 

La primera conclusión a la que llego es que “NADIE TIENE DERECHO A DECIRTE SI ERES BUEN O MAL PADRE” pues nadie lleva puestos tus zapatos. (Además ¿acaso existe una escala con la que puntuarnos?).

La pregunta de, qué tipo de padre soy, es personal y ha de salir de cada progenitor de manera natural y espontánea.

 

La segunda conclusión a la que llego es que, si ser padre consiste en enseñar y acompañar a nuestros hijos hasta llevarlos a su propia autonomía, y, si la mayoría de su aprendizaje lo adquieren observándonos e imitándonos, quizá la clave esté en: ¿Cuánto de mi tiempo libre les dedico? ¿Cuántas cosas he dejado de hacer voluntariamente para estar más con ellos? ¿Cuántos malos hábitos he cambiado en mi vida y cuántos buenos he incorporado por ellos? ¿Cuánto he investigado y reflexionado para crecer y convertirme en una persona más emocionalmente inteligente y en un mejor ser humano?

¡No es solo “querer a nuestros hijos más que a nada en este mundo”!

 

La paternidad nos regala el amor incondicional de nuestros pequeños y la posibilidad de ese crecimiento personal. Quizá ahí esté la respuesta donde cada individuo pueda construir su propia escala con la que responder a esa pregunta tan íntima.

Entonces… ¿soy o no soy un buen padre?

Pues no lo sé, pero… si nuestro interés ha hecho que hayamos llegado leyendo hasta aquí… quizá no lo estemos haciendo tan mal.

 


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