DETALLES
Cuando escuchamos hablar a psicólogos, pedagogos, expertos en conducta infantil o "Supernannys de la crianza", siempre oímos los mismos métodos para educar a nuestros hijos, para guiarlos y ayudarlos a entender sus pataletas, "técnicas" para evitar que caigan en la frustración, maneras correctas de abordar situaciones (cuando dicen palabrotas, cuando no quieren compartir, cuando pelean, cuando se obsesionan, ...). Parece que ya está todo escrito y que por tanto, solo hay que consultar el manual de cualquiera de estos "gurús" para hacerlo todo bien y que nuestra vida familiar sea de color de rosa.
Ya podemos ser la familia perfecta donde reine el amor, el respeto, la felicidad y la comprensión.
Pero parece que, en este asunto, a todos se les olvida un detalle bastante importante y deberían adaptar todas sus enseñanzas a ese ignorado matiz: EL TIEMPO.
Creemos ser dueños de nuestra vida pero la realidad es que somos esclavos del Reloj.
Y es que a las 9:00 cierran la puerta del cole, a las 10:00 la de la guardería y aunque la regla número uno es <No te estreses estando con tus hijos porque ellos detectan la ansiedad, se contagian y provocan inconscientemente situaciones para atraer tu atención>, aunque la teoría la conocemos, a ver quién puede evitar agobiarse cuando son menos diez y aún estamos en casa porque justo antes de salir al pequeño le dió un apretón y mira la hora que es y venga que llegamos tarde. Y ahora, a ver quién es el guapo o guapa, que se dedica a poner en práctica la teoría de comprensión y comunicación con tus hijos cuando justo antes de salir (después de ir ya tarde), decide que se quiere llevar el Playmobil de policía que está en "a saber qué cajón", para jugar con su amigo Daniel.
O en la cola del super, a una o dos personas de que te toque pagar, cuando tu pequeño/a se encapricha con un juguetito relleno de chuches que "casualmente" han puesto en el expositor donde estan las colas de las cajas, y que tú le dices que no podemos comprarlo, que vale mucho dinerito, y él (que ya lo ha cogido, porque casualmente esos artículos están a la altura de su mano), que lo quiere, y tú que hoy no podemos que otro día, y él que no lo suelta, y la gente mirando, y llega tu turno y a ver cómo me siento yo a hacerle entender que en casa tiene mejores chuches y que por ese precio podemos comprar dos cochecitos "Hot Wheels" que tanto le gustan.
Ya quisiera yo ver a psicólogos y pedagogos poniendo en práctica sus consejos en situaciones reales.
Pero entonces, si no hay tiempo para "hacerlo bien"... ¿qué nos queda? ¿cómo ejercer de la mejor manera? porque está claro que nuestros hijos (personalidad por definir, incapaces de reconocer y controlar sus emociones), no tienen la culpa de su proceder.
PUES AHÍ ES DONDE YO QUERÍA IR A PARAR.
Si a las 5:00 de la mañana, cuando nuestros hijos nos llaman porque se han hecho pis en la cama, si no tenemos tiempo, ganas o estado anímico para darles una charla y evitar que se sientan culpables, igual solo con disimular nuestro pesar y pedirles que nos ayuden a cambiar las sábanas, y luego darles un achuchón, un beso y un "no pasa nada cariño, buenas noches". Quizá eso sea suficiente.
Si volvemos caminando de casa de los abuelos y al pasar delante del parque nuestro pequeño se empeña en montar en los columpios y no entiende que es demasiado tarde (aún tenemos que llegar a casa, bañarlos, cenar, mañana hay cole, ...), debemos dejarle su tiempo, su espacio consigo mismo, es él, a su manera, quien tiene que ordenar ese desbarajuste de emociones y sentimientos contrariados que reinan en su interior. Pero luego en casa, ya calmado, no debe faltar ese abrazo enorme con un te quiero y un "cariño, es muy tarde y ya no nos daba tiempo, pero mañana vamos a pasar toda la tarde jugando en el parque".
Por lo tanto, en mi opinión, hay una "psicología de laboratorio" que no siempre es aplicable a la vida real, y ahí es cuando entran en juego los gestos, los detalles, las miradas cómplices, las sonrisas cálidas, los abrazos largos, los susurros de "no pasa nada, no te preocupes", el beso en la cabeza, en la mano o en cualquier parte, y el "te quiero" mirándole a los ojos. También vale el "ayúdame a llevar esto que pesa mucho", el "rápido, ráscame un poco en la espalda que me pica", o el "quien pise las baldosas rojas, pierde".
Inevitablemente, nuestros hijos, que son cien por cien cristalinos, que aún no se han contagiado de la hipocresía de la sociedad que enmascara sus sentimientos, van a expresar sus emociones reales en el momento y en la intensidad percibida. Alegría, tristeza, ira, odio, asco, miedo. Respetemos su inexperta transición y acompañémoslos en sus experiencias con delicadeza y paciencia, con atención y amabilidad.
Por muy cronometrados que estemos siempre habrá unas décimas para mostrales una aptitud colmada de gestos y detalles de amor.
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