El dolor de un hijo: la impotencia de un padre

Todos los humanos somos seres emocionales. Alegría, miedo, asco, ira, tristeza, son las emociones predominantes entre otras. Pero cuando tu hijo tiene miedo, puedes abrazarlo o encenderle la luz. Puedes calmarlo susurrándole al oído hasta llevarlo lejos de sus fantasmas. Cuando está triste, puedes convertirte en un payaso digno del Circo del Sol. Si está enfadado, se le regala tiempo para que ponga orden entre los restos de su naufragio. Y así, buscando la alternativa idónea para cada momento, se va construyendo su propio barco, se van desplegando sus alas y, las raíces que lo sustentarán cuando vengan huracanes (que vendrán, porque siempre vienen), se harán profundas, abundantes e inquebrantables. Pero… ¿qué hacer con ese sufrimiento físico que a veces les tensa el alma? ¿qué hacer cuando los vemos gritar de dolor? Vacunas, extracciones de sangre, picaduras de insectos o medusas, dolores de estómago, afecciones cutáneas,… Cada vida es única, legítima e intransferible, así ...