Visitando su mundo de cristal

 


Les voy a plantear una pregunta cuya reflexión no les llevará más de unos segundos. Es simple.

¿Han bajado alguna vez al mundo de sus hijos? ¿suelen entrar en él? ¡Piénsenlo!

 

Existe un lugar mágico donde todo es posible. El día, la noche, las horas del reloj o las estaciones del año son detalles que carecen de importancia, y el dinero es solo un objeto curioso que únicamente sirve para coleccionar.

Todo lo que se ve puede cobrar vida en cualquier momento con un chasquido de dedos o con un simple cambio de tono de voz. Y, a veces, el objeto más inesperado puede llegar a convertirse en el protagonista de un culebrón. Surgen aventuras por doquier, donde menos te lo esperas ocurre un imprevisto, pero siempre se haya una supersolución. Y es que en este mundo maravilloso de cuentos y de hadas, las historias siempre terminan bien, los buenos ganan y los malos simplemente desaparecen tras ser derrotados.

Pero también existen lados oscuros en esta casa mágica del “todo es posible”. Hay sombras que se cuelan por las rendijas y aparecen en los lugares más inesperados: El miedo también tiene cabida por estos lares y no es nada fácil de controlar ya que el mismo polvo de hadas que sustenta las paredes es también el que origina las tinieblas.

 

Pues sí, nuestros hijos viven en un mundo completamente diferente. En realidad, es un universo paralelo y mientras que en el nuestro los monstruos son el tiempo y el dinero, en el de ellos lo son el hablar en público, hacerse pis en la cama o la oscuridad de la noche.

 

En la urgencia del día a día, nosotros, los adultos, no reparamos en que siempre que queremos llegar a ellos lo hacemos desde aquí, desde nuestro mundo. Y olvidamos completamente que la mejor manera de que entiendan una información es entregarla personalmente a domicilio.

 

Pero ¿y cómo hacer para llegar a Narnia? ¿dónde se encuentra el portal interdimensional? … Es muy sencillo. De hecho, la mayoría de las veces son ellos los que nos invitan reclamando nuestra atención, pero si no has sido invitado, siempre puedes atravesar el sendero secreto que lleva a su planeta, sentándote en el suelo con ellos debajo de la mesa del salón, o construyendo una casita con los cojines del sofá, o dibujando, pintando, coloreando... con ellos, siempre con ellos.

 

Llegará el día en que suban a este mundo y nuestros monstruos no les permitan bajar. La hierba borra los caminos cuando no se transitan y eso hace que desaparezcan. Pero hasta entonces y mientras tanto, con o sin invitación, no duden en colarse en ese mundo donde cualquier cosa puede hacerse realidad.

 

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