Morir por ellos.
Es curioso que en la era del conocimiento, en la época de las posibilidades, haya tantas personas que mueran veinte años antes por simple pereza.
Tabaco, comida basura, no hacer ejercicio, descuidar la higiene,… todos esos hábitos, hoy en día, está completamente demostrado que van mermando nuestra salud. Y nuestra salud determina el tiempo que estaremos vivos: o sea, blando y en botella.
Sin embargo, en la intimidad, hablando con nosotros mismos, hay veces que nos planteamos encrucijadas en las que tenemos muy claro que moriríamos por nuestros hijos. Que ante una situación nefasta, nos cambiaríamos sin dudarlo por ellos para librarlos del daño de forma heroica sin importarnos nuestra fin.
Una enfermedad mortal, un accidente de tráfico, una mala decisión.
Y, ojo, que eso está muy bien y dice mucho de unos padres que aman a sus hijos incondicionalmente, demostrando con ese regalo que son lo que más les importa en la vida, solo que ...
“ Un hijo no quiere que sus padres mueran por él, un hijo, lo que realmente quiere es que sus padres vivan por él” .
Así que la próxima vez, en lugar de plantearnos situaciones inverosímiles que no depende de nosotros, igual deberíamos ser más realistas y pensar cuánto tiempo podríamos ganarle a la vida si nos cuidamos, para así entregarle a nuestros pequeños un maravilloso regalo de vida, en vez de un regalo de muerte.
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