CONSEJO IV
Uno de los grandes retos que me planteo en la vida es enseñar a mis hijos que el trabajo no termina al poner la lavadora: el trabajo empieza seleccionado la ropa que vamos a lavar, y toca a su fin cuando se recogen las prendas secas del tendedero y se guardan dobladas en su cajón.
Que recoger la mesa tras la cena no es apilarlo todo en la encimera de la cocina. Hay que limpiar los restos de comida de los platos y dejarlos, junto con vasos y cubiertos, dentro del fregadero.
Que preparar una comida sana empieza por la mañana, yendo a comprar los productos frescos al supermercado, y termina tras fregar el último cazo después del banquete.
En la vida, como en casa, el verdadero trabajo no está en llegar a lo que nuestra ingenua mente idealiza como proceso terminado, sino en aguantar el ritmo lento y tedioso que supone conseguirlo.
Así que, hijos míos, antes de plantearos algo que se ha de prolongar en el tiempo, pensadlo detenidamente, y si tras meditarlo decidís embarcaros en esa empresa, hacedlo, pero sabiendo que, si vais a empezar algo, que sea para terminarlo, teniendo siempre muy presente que solo gana el que resiste.
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